Es precioso sentir, que tienes un recuerdo que te inspira, que te gusta y que no duele, al menos en un primer contacto. Recordar yo que sé, la playa, las alturas, la rapidez, las carcajadas, el gas y el pecado, la luz clara y el roce de tus mejillas, de tus manos. Saber que uno de tus recuerdos más valiosos, uno de los que te han formado como persona, como humano, está encerrado en el color de unos ojos, de sólo esos ojos, es acojonante. Porque no he visto jamás un color tan auténtico, transparente e inocente. Mi recuerdo está ahí, en esa sensación.
Cada vez que no tengo nada que hacer, reflexiono, llámame idiota, masoquista o niña, pero lo hago. Y cada vez que busco un motivo, una razón para no rendirme, para valorarme y reconocerme, apareces. Aparece el motivo que me hizo volver a creer, con una sola sonrisa, una solaM me ayuda a no perderme, a esquivarme cuando me escapo de lo que hay aquí dentro.
Y me repito una vez más.
La vida está llena de momentos, de nada más. Ya te digo, pueden duran siglos o milésimas de segundo, pero estás echo de ellos; de un encuentro, de la casualidad, de un plan, de una cita, de mil citas, de carreras, de estirones, de amaneceres y anocheceres, de besos, miradas y abrazos. Joder, estamos echos de buenas intenciones y desastrosos finales. No me jodas, es increíble.
No intentes buscar nada definitivo, en cualquier lado, momento o circunstancia, creces un poquito más.
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