De nada sirve ir a más velocidad si los recuerdos te encadenan.

28 de enero de 2014





En tu piel está el botón que activa el fondo del colchón,
en tu ojos mis ganas de leer la vida con los ojos cerrados,
en tus manos la capacidad de palpar el braile las arrugas de mi piel,
en tus pies el camino para escapar del lugar que los demás quieren para nosotros,
y en tu sonrisa la razón para decirle al miedo que eche el freno de mano, 
que con nosotros, ya no tiene nada que hacer.







Cuando das con la certeza de que jamás volverás a sentir la brisa de verano en pleno invierno, la sensación de ser completamente libre mientras te encadenan unas piernas al colchón, cuando te encuentras frente a frente con ese punto de la pared objeto de su mirada perdida, ese momento dónde empiezas a sentir pánico y sólo quieres salir corriendo. Y al mismo sólo quieres abrazarte a él, o a ella, y hacerle ver que sigues siendo tú, que vosotros sois más fuertes. 
O no. 
Y entonces se acabó.
Se acabó definitivamente y tu estás quieto, sólo y, 

o corres o te mueres de frío.





En su huída se encontrarán con una chica que está segura de amar, pero no de comprometerse a amar para siempre; con una mujer perturbadora que vive sola con una ciega que nunca quiso trabajar y acabó cultivando las rosas más bellas.

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