De nada sirve ir a más velocidad si los recuerdos te encadenan.

25 de junio de 2013

u can fly


Escribir te cura el alma, hace que poco a poco se recomponga. Cuando escribes echas fuera todas esas toxinas que no son físicas, sino que van más allá, dicen que las peores. La angustia, la nostalgia, la melancolía, la tristeza; toxinas que hacen que te mueras por dentro si no las expulsas tarde o temprano. 
Cuando escribes y escribes desde el corazón, eres libre, vuelas, y tu alma vuela contigo y por un momento, se vuelve azul, azul mar, azul cielo, azul libertad. Pero siempre hay un pero, y este, habla de que a veces, para llegar a sentirte así, para poder volver a sentirte vivo y libre de esas malditas sensaciones que no te hacen avanzar, necesitamos abrir en canal el corazón, abrir incluso los pulmones para poder respirar profundo, y enfrentarte a todo lo que tienes dentro; ese es el paso más doloroso. Plantarle cara a tus penas, rechazo a tus inseguridades, esperanza al futuro y asimilar el pasado. Cuando nos abrimos por dentro, frente al espejo, frente a un millón de fotos, frente al hogar, ahí es cuando ponemos a prueba nuestra valentía, esa que nos hace avanzar, levantarnos, hacer locuras. Esa valentía, es la materia prima de las piedras que componen nuestro camino, y no podemos tenerle miedo al papel en blanco, por que al fin  y al cabo es sólo papel, y esas toxinas, sólo son eso, malas sensaciones. Nosotros, el ser humano está por encima de ellas, aunque de vez en cuando nos vuelvan más débiles, tenemos el don de no rendirnos, de ser más fuertes que las constelaciones planetarias, somos capaces de inventar alternativas y de construír a base de tripas hechas corazón, un nuevo rumbo.
Si te libras del miedo, puedes llegar a escribir la historia más apasionante, la tuya propia, única e irrepetible.

13 de junio de 2013

Respirar




Tengo mono. Mono de escribir. Hoy sentada en la arena, entre un montón de conchas con diferentes texturas, unas más rugosas, otras lisas y mojadas... me quedé colgada del escalofrío que te recorre el cuerpo cuando la ola alcanza la punta de los pies y te invade hasta el ombligo, tan de repente. La carne se te pone de gallina, el alma se encoge, los huesos se enfrían y sin embargo, una carcajada rompió el silencio de la marea. Me empecé a imaginar como sería mi vida sin esa sensación y la verdad, es que no fui capaz. El oxígeno que mueve mi sangre, lleva incrustado el olor de la salitre, y cuando estoy lejos de él demasiado tiempo, un imán me trae hasta él, aunque me muera de sed. Supongo que la vida nos regala ciertos encantos, ciertas sensaciones e imágenes para que nos las llevemos a la tumba con nosotros, y eso me reconforta, aun no sé en qué medida, pero lo hace. Igual que escribir. 
Cuando escribo me siento libre, desahogada, furtiva, salvaje, creativa, sueño. Cada uno tiene su forma de quedarse aquí, vigente, su manera de dejar huella. No te creas, todos lo hacemos, todos intentamos dejar algo para no pasar desapercibidos por la historia, desde el amor que demostramos hacia otra persona, hasta una fórmula matemática divina e iluminada. Yo, hoy, o quizás mañana, escribiré, cuando la angustia que me acabo de crear a mi misma al hablar de algo tan trascendental se largue. (esto me pasa mucho, así como escribir ayuda a librarte de tus miedos, a veces, tiene el efecto inverso y es una putada). 
En realidad, quería comentarte, que deberías de buscar tu escalofrío, aunque solo dure medio segundo, encuéntralo y te encontrarás a ti. Después si quieres escribir, me lo cuentas, eso ya es cosa tuya.
En su huída se encontrarán con una chica que está segura de amar, pero no de comprometerse a amar para siempre; con una mujer perturbadora que vive sola con una ciega que nunca quiso trabajar y acabó cultivando las rosas más bellas.

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