25 de marzo de 2012
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Tenemos la maldita costumbre de creer que por pensar en un futuro, éste será mejor. Hacemos miles de planes con la esperanza de poder cumplirlos algún día de nuestras activísimas y diversas vidas. Loterías, trabajos, relaciones, herencias desconocidas y sueños (im)posibles. Cada cual con sus peculiaridades y antojos. Nos sentamos y movemos el mundo a nuestro parecer, abrimos la mente e intentamos comprender al resto, y ala vez planteamos una estrategia de cómo lucharemos en su contra. Queremos hacernos un sitio en el mundo, y confiamos en que la gracia divina estará de nuestro lado. Maldita sea, vivo en una sociedad de ‘Soñadores sin fronteras’ y no te lo voy a negar, es una sensación magnífica. Sin embargo, veo como el tiempo se consume, cada hora que invertimos en planificar nuestras vidas, se larga sin preguntarnos a dónde se dirije, y nos quedamos con el culo encajado en esperanzas que ni siquiera tenemos aseguradas. El tiempo se larga, y seguimos sentados frente a servilletas llenas de garabatos y listas de cosas que hacer antes de morir. Todo esto, para que al final, la vida, tenga otros planes para nosotros. Todo esto, para que cuando nos miremos viejos y podridos delante del espejo, pensemos ‘que jodida es la vida, qué larga parecía y qué pocas cosas me ha dado tiempo a cumplir’.
Solo saco dos conclusiones en limpio de todo esto: Una, dejaré de hacer planes en una servilleta, y dos, que nadie nunca me arrancará mis sueños de las manos, porque sin ellos, sentada en una silla o montada en un avión, no sería nadie y mucho menos podría tener fuerzas para esperar algún futuro por muy incierto que sea.
7 de marzo de 2012
Me sé cada uno de los versos que utilizabas para dormirme. Repito la acentuación, las paradas entre estrofa y estrofa, los suspiros e incluso recuerdo tu piel caliente de gallina literalmente excitada. Tu brazo en mi espalda, y en tus manos hojas desgastadas, en las mías pura adrenalina, puro placer.
Cierro los ojos, me cubro, me arrejunto a la almohada. La maldita rutina de todas las noches desde que 'la adrenalina duerme en camas separas'.