De nada sirve ir a más velocidad si los recuerdos te encadenan.

19 de julio de 2011

Hay historias que te cambian la vida, la forma de ver las cosas. Un día estás tan contenta con tu sandwich matinal, tu pelo mojado y tus zapatillas de correr y ¡pam! en una milésima de segundo, tu vida a cambiado. Desde luego que creo en los flechazos, me he llegado a enamorar en 18 segundos. Cuando pasan, te sientes jodidamente impotente, tonta, hipócrita, esperanzada y por lo tanto, ilusa. Es una sensación bonita, hasta que al día siguiente te invade el armario el miedo al 'no sé que ponerme'.

Te cambian, hay historias, que te cambian.

La mía en particular, resultó durar más que esos dieciocho segundos, afortunadamente, tuve tiempo suficiente para superar el miedo del monstruo del armario, el silencio incómodo y el parpadeo constante. Tuve tiempo de aprender, y aprendí. Me adapté a él, a su ritmo de vida, a sus manías, a sus defectos, a su madre, a su pierna enferma, a su boca inquieta, si, tuve mucho tiempo. Y él se adaptó a mi tanto como yo le dejé. Y por no ampliar mis límites, se acabó. Es jodido que creas que has cambiado tanto por una persona, para al final, descubrir que has sido tú la que no ha dejado que nadie se adapte a ti.
Por eso necesito, a estas alturas, apuntarme un pro. Hay historias, que te cambian.


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En su huída se encontrarán con una chica que está segura de amar, pero no de comprometerse a amar para siempre; con una mujer perturbadora que vive sola con una ciega que nunca quiso trabajar y acabó cultivando las rosas más bellas.

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