De nada sirve ir a más velocidad si los recuerdos te encadenan.

29 de junio de 2012

Dices 'el camino'. El camino que has de seguir, he de seguir. El 'deber' de seguirlo y cumplir con las metas que discurre nuestro afán de superación. Dices 'camino'. Me da miedo, me enerva pensar en esa línea recta. Cada vez que ante mí se plantea una serie de puntos ordenados, grito. Grito como si mi alma fuese a estallar y a salir por mi boca, por mis poros. Grito hasta que soy capaz de resignarme. Tú hablas de 'deber', de 'seguir', de 'poder'. Por el amor de Dios, mi pequeño diario está harto de esas tres palabras, está harto de resignarse a una caligrafía bruta y puntiaguda, empiezo a considerar que mi diario, incluso él, se empieza a poner en mi contra. Soy de esas personas que prefiere lo impulsos y los gritos, que la paz, la harmonía y los rostros de falsa modestia. Soy de esas personas que no se resignan a creer que todo irá bien. Soy de esas personas que siempre se debaten entre un triángulo de palabras que por las noches se convierten en pesadillas, en tormentas, en un ciclón de pensamientos en rueda. Deber. Querer. Poder. ¿Complicado verdad? Lo es, pero te aseguro, que cuando encuentras una combinación mínimamente viable, resulta realmente divertido. No digas 'camino', sino 'camina conmigo'.


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